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El investigador

Hippolyte León Denizard Rivail nació en Lyon, Francia, el 3 de octubre de 1804. Hijo del hombre de leyes y juez, Jean-Baptiste- Antoine Rivail y su esposa Jeanne Louise Duhamel. Aunque se sabe poco sobre su infancia, es probable que fuera educado con rectitud y un alto sentido de justicia y honestidad. Fue bautizado bajo la iglesia católica, única religión permitida en Francia para la época de su nacimiento y crecimiento. Los primeros estudios los realiza en Lyon, posiblemente entre 1810 y 1814.

 

En el 1814, a los 10 años de edad, Rivail es enviado por sus padres a Iverdun, ciudad suiza, con el propósito de realizar estudios en el prestigioso Instituto Educativo fundado y dirigido por el gran pedagogo Johann Heinrich Pestalozzi. Allí se expuso a un sistema de educación único en su tiempo, sustentado en la observación y la experimentación mediante el contacto directo con la naturaleza. Presenció y participó directamente en la práctica de la libertad de pensamiento y la tolerancia religiosa defendida por Pestalozzi, en cuyo instituto convivían estudiantes de toda Europa y países limítrofes practicantes no solamente del catolicismo sino del protestantismo. En el 1822 se gradúa con el grado de bachiller en ciencias y letras, capacitándolo como profesor. Tan pronto se gradúa, regresó a Francia, estableciéndose en París.

 

Ya en la capital, empieza de inmediato su actividad pedagógica. En diciembre de 1823 publica su primer libro Curso práctico y teórico de aritmética en dos tomos con más de setecientas páginas en total. En 1825 fundó la Escuela de educación primaria y el siguiente año creó el Instituto Rivail para la enseñanza técnica, en donde dictaba cursos de química, física, biología, astronomía y otras materias. Ambos establecimientos seguían el modelo de Pestalozzi.

 

El 6 de febrero de1832 contrae matrimonio con Amélie-Gabrielle Boudet, institutriz diplomada de 1ra clase. Ella se convierte en su brazo derecho inseparable en todas sus gestiones pedagógicas y no pedagógicas. Una de esas actividades no pedagógicas lo era sus estudios científicos sobre magnetismo. Rivail tomó parte, desde los primeros años de su estancia en París, en los trabajos de la Sociedad de Magnetismo de París. Esta estaba formada por intelectuales que aceptaban como un hecho el fenómeno del sonambulismo magnético y sus efectos demostrables.

 

Las dos instituciones fundadas por Rivail funcionaron con gran éxito hasta el 1834, cuando hubo que cerrarlas. Esto debido a problemas económicos inducidos por deudas de juego del tío de Rivail, el cual era el socio financiero de ambas instituciones. Entonces, Rivail, se dedicó a la contabilidad de tres empresas comerciales durante el día y por las noches traducía al francés obras pedagógicas y literarias inglesas y alemanas.

 

Durante su tiempo libre se dedicó a ofrecer cursos gratuitos a mujeres, marginadas de oportunidades de educación en aquella época, y a jóvenes económicamente desventajados residentes del barrio de Saint-Germain. Escribe, entre 1823 y 1847, más de una veintena de obras pedagógicas de gran éxito entre la comunidad académica francesa. Así mismo, adquiere una docena de diplomas, entre los cuales están: Diploma de miembro titular de la Sociedad Gramatical Francesa (1829), Diploma de miembro de la Sociedad de Arras (1831), Diploma del Instituto de Lenguas, Diploma de la Sociedad de Ciencias Naturales de Francia (1835), Diploma de miembro titular de la Sociedad Francesa de Estadística Universal, Diploma de miembro titular del Instituto Histórico de Francia, etc.

El método

Este académico e intelectual es el que se expone al fenómeno de la manifestación de inteligencias incorpóreas a través de Médiums en estado de sonambulismo magnético para el 1854. Su evaluación de los mismos fue científica. Veamos sus propias expresiones al respecto:[1]

 

“Apliqué a esta nueva ciencia, como había hecho siempre con toda otra, el método de la experimentación: no me he fiado nunca de teorías preconcebidas. Observé atentamente, comparé, deduje las consecuencias. De los efectos quise remontarme a las causas por la deducción y el encadenamiento lógico de los hechos, y no admití como verdadera ninguna explicación que no resolviera todo género de dificultades. Así era como había procedido en mis trabajos anteriores desde la edad de 15 a 16 años. Comprendí al momento la gravedad de la exploración que iba a acometer; entreví en estos fenómenos la clave del problema oscuro y controvertido del pasado y del porvenir de la humanidad, la solución que yo haba buscado vanamente toda mi vida; me di cuenta, en una palabra, de que iba a provocar toda una revolución en las ideas y en las creencias, y en vista de todo ello, me prometí obrar con circunspección y no ligeramente, ser positivista y no idealista, para no pegarme de bellas ilusiones.”

 

“Uno de los primeros resultados de mis observaciones fue el darme cuenta de que los Espíritus, no siendo otros que las almas de los hombres, no poseen ni la soberana sabiduría ni la soberana prudencia; que su saber era proporcionado a su progreso, y que su opinión no tenía más valor que el de una opinión personal. Esta verdad, reconocida desde el principio, me preservó del grave escollo de creer en su infalibilidad y de formular prematuras teorías sobre la palabra de uno solo o de varios de ellos.”

 

“El solo hecho de la comunicación con los Espíritus, cualesquiera que ellos sean y exprésense como se expresen, prueba la existencia de un mundo ambiente invisible. Esto es ya un punto capital, un campo inmenso abierto a nuestras exploraciones, la clave de una multitud de fenómenos inexplicados; el segundo punto, no menos importante, es el de conocer el estado de ese mundo y de sus moradores, si uno puede expresarse de este modo. Observé que cada Espíritu, en razón de su posición personal y de sus conocimientos, desenvolvía ante mí una fase, un modo de ser privativo, absolutamente igual que cuando uno quiere conocer el estado de un país interrogando a sus habitantes de todas clases y condiciones: cada uno lo define a su manera y de todos se puede aprender alguna cosa de provecho, no siendo posible que del interrogatorio de uno solo pudiera obtenerse un resultado tan completo. En este caso, el observador ha de formar opinión en vista de las impresiones o documentos recogidos aquí y allí; ha de coleccionarlos, coordinarlos y contrastarlos unos con otros; y esto mismo fue lo que yo hice. Procedí con los Espíritus como hubiera procedido con los hombres: me sirvieron, desde el más pequeño al más grande, como medios de estudio; nunca como reveladores predestinados.”

 

“Tales son las disposiciones con que empecé y continué mis estudios espiritistas: observar, comparar y juzgar desapasionadamente todos los hechos.”

 

[1] Kardec, A. Obras Póstumas: Mi primera iniciación en el Espiritismo.

(Tomado del libro Espiritismo para curiosos y novatos de Pablo Serrano: Capítulo 4)

 

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